martes, 25 de septiembre de 2007

Primera vez


Tom sale de casa con la pistola debajo de la correa del pantalón. Es un día cualquiera para él, un día en el que tendrá que volver a matar para llenar sus labios con aquel líquido mortal que va matándolo por dentro. Llega a la esquina por la que ella va a pasar. No sabe nada de ella, la única información que tiene de su nueva víctima es una foto en la que ella parece ser feliz. Es tan linda. También sabe su nombre: Claire. Ella pasará pronto. Va llegando. A él le sorprende que una mujer como ella pase por esta calle tan oscura y tan de otro mundo al de Claire. Ella lo mira, él trata de no mirarla porque así es más fácil. No puede. No puede dejar de mirarla. Ahora Claire pasa a su lado y deja un perfume que hace que Tom retorne a la infancia y se reconozca como una mejor persona. Ella también lo mira, de paso, como coqueteándole.
Tom la sigue con torpeza pues sabe que ella ya lo ha notado, pero no le importa. Ella voltea antes de entrar a casa y lo mira con lujuria. Entra y deja la puerta abierta.
Tom se detiene en el umbral y mira hacia afuera, saca la pistola y entra. Ella se está sacando la ropa, se está comenzando a tocar y, con las manos y la mirada, lo llama a su lado. Él no puede resistirse.

Después de siete años juntos Tom sabe que nunca podrá decirle que no a Claire, como esa noche, como está noche que piensa en ella después de hacerle el amor.

domingo, 16 de septiembre de 2007

El juego

El maldito llanto, el maldito llanto que nunca había aparecido después de esos encuentros que nada valían. En la cama, incontables veces, ella había mirado el fondo de sus ojos y le había dicho "tú no eres para jugar"a lo que le habían respondido "¿y tú sí?"... Yo sí, yo sí, yo siempre soy para jugar... Ese maldito llanto le sobrevino cuando abrió los ojos después del orgasmo y en el suelo vio que su acompañante de juegos estaba temblando, parecía dar arcadas, parecía sangrar, aunque no lo podría asegurar porque las luces estaban apagadas y sólo veía su sombra... ¿Por qué?, preguntó. No lo sé, creo que porque la busqué en ti y no la encontré, no la encontré. Y hacerlo acá, en su oficina, ha sido un exceso, suspiró... Pero si siempre fue un juego, contestó, desfalleció. Con las tijeras en la mano manchadas de rojo, ella entendió que el juego había ido demasiado lejos.

jueves, 13 de septiembre de 2007

Uno más

La luz manchaba los cuerpos y los volvía pálidos
Los gritos parecían expandirse más allá de los muros
Resplandecía el metal sobre las pieles llenas de sangre
El maldito llanto, siempre el maldito llanto
Náusea, dolor y sufrimiento
Alguien cogió las tijeras y lo arrancó para siempre de su madre…
Rubén había nacido.

jueves, 6 de septiembre de 2007

El vejete

Aconsejar o discutir era inútil, porque su inevitable destino era ser el que soy.
J. L. Borges. El Otro.

Aspiraba con firmeza la alfombra, a veces agachándose con esfuerzo para recoger un clip, o intentado aplanar ese alto relieve frente a la puerta que bien podría causar un accidente. El poco tiempo que le quedaba hizo que desistiera y fue a vaciar el cubo de la basura en una bolsa como última tarea. Pronto serían las ocho y la oficina debía quedar limpia. Pero fue en ese momento que vio entre los deshechos unos fragmentos de lo que parecía ser una foto. Se sentó en el suelo y con sus dedos arrugados y tembleques fue armando una a una las piezas. Una vez terminado, vio que tan sólo tenía la mitad de la foto, pero que distinguía alguien en ella. Quedó espantado. Fue en ese instante que la Jefa por fin llegó, encontrando al viejo inclinado sobre la foto.
―¿Todavía no acabas? ―dijo ella.
―Eso espero ―dijo el viejo, preocupado. ―Me voy ―. Y salió sin despedirse con su andar lento, como extinguiéndose. Su intención era la de no regresar.
Ella, sin salir de la sorpresa, se acercó a la foto, y por poco y no se reconoce: tuvo que resignarse a aceptar que su inevitable destino era no ser más la que fue.

martes, 4 de septiembre de 2007

El cuco

Después de intentarlo por 3 segundos más, desistió. No podía sacarse la imagen del cuco de la cabeza. El cuco, ese ser que tanto le había asustado en su niñez estaba ahí, posaba al lado de la mujer que amaba, posaba sonriente con la nariz aguileña, tres lunares horrorosos en sus mejillas y su mano asquerosa enredándose entre los dedos de ella... El cuco... Limpió con papel higiénico las manchas de sus intentos fallidos, se subió el pantalón, miró la foto... Ella y el cuco... Sus ojos negros soreían, quizá nunca la había visto tan feliz. Sintió odio.

Entonces, rompió la foto. En un bolsillo la guardó a ella, en el otro al cuco hecho pedacitos irreparables, irreconocibles, casi convertido en polvo. En ese momento salió de su habitación con la decisión de acabar con el miedo más grande de su niñez, aunque a ella le borrara la sonrisa para siempre.

lunes, 3 de septiembre de 2007

velocidad

Lo ultimo que vio fueron los faros del carro. Lo ultimo que vio fue la risa del tipo que manejaba. Lo ultimo que vio fue quizas su vida pasar mientras estaba suspendido en el aire. Lo ultimo que vio fue el cielo nublado cerrarse sobre el.

Dos mil dolares seras suficientes, ¿no? o quieres algo mas. Tom le miró lo senos a la mujer. Sonrio lascivamente.

El cogio el dinero y murmuro algo como un si.

Clare se paro y salio del bar.

Siempre habia querido un cambio en su vida. Miro de nuevo a Tom y le dio tanto asco. No era él sino lo que para ella representaba. Una continuación de algo que quería dejar, que no podria dejar.

Dos dias después Tom toco el timbre de su casa. Ella lo invito a pasar. Pensó que sería la última vez que lo vería.

Hoy mientras miraba el amanecer, la cama apestando a licor, se arrepentía. Trato de recordar el asco de la primera vez, despues de intentarlo 3 segundos desistio, nada. Se vistio lentamente, prendio un cigarro y se fue a trabajar.

viernes, 31 de agosto de 2007

Comida china

Ella llega a casa tarareando una canción de moda. Dentro del departamento sólo la espera el pequeño Harry, su pekinés de año y medio, que la recibe con un ruido que es mitad nervios y mitad reproche. Se saca el abrigo, los guantes y el sombrero. Deja sus llaves en la mesa del comedor junto con la comida china que ha traído para disfrutarla con Tom. Silencio. Llega a su dormitorio y se desnuda en diez segundos. Se queda de pie mirándose por el espejo: tiene un cuerpo perfecto y el nuevo corte de cabello hace resaltar su boca demasiado horizontal. Entra en la ducha y se toca pensando en un actor de Hollywood. No se siente culpable.
Sirve la comida china en un plato. Marca el número de Tom para saber si llegará pronto pero nadie le contesta.
Come en la cama viendo la repetición de un programa cómico que fue bueno mientras existió. Ve la hora: 1:15am. Apaga la televisión y se duerme.
Siente a Tom que la manosea con brusquedad buscando desvestirla. Huele a licor, como siempre. Ella abre los ojos, ahí está él, su pasado y su futuro. Se deja besar, acariciar, penetrar. Él la posee y ella cierra los ojos para no verlo ni a él ni a la mañana que comienza a aparecer por la ventana.